La noche de la nostalgia

Como todos los años, acá en Uruguay se festejó el pasado 24 de agosto la típica "Noche de la nostalgia". Una noche donde todos salen a bailar y a disfrutar de la música de antes, los típicos oldies o aquellos temas que perduran en el tiempo y en nuestras almas. Canciones que nos traen recuerdos, nostalgias de un pasado que puede mantenerse estático o regresar a nuestra mente en un instante.
La gente suele ir a bailar a diferentes locales bailables, boliches, pubs... etc., etc. Lugares donde cobran la entradaextremadamente más de lo que se acostumbra. Por lo tanto, con mis amigas organizamos una fiesta de entre casa que estuvo espectacular.
Fuimos a la casa de la abuela de Flavis. Está vacía, entonces no teníamos impedimento para su uso. Teníamos pensado que fuéramos diez personas en total, luego se redujo el número a ocho... hasta que finalmente, entre que unas personas suspendieron, fuimos sólo cuatro: Flavis, Alejandra, Marcelo y yo. Escuchamos un montón de oldies toda la noche. Contamos historias. Jugamos a "verdad-consecuencia". Mis amigas conocieron a Marce. Era la primera vez que salíamos con Marce a "bailar", aunque él mucho no demostró sus cualidades de baile. Pero yo sin duda me animé a bailar y armé coreografías con Flavis y Ale. ¡Hay que divertirse! y seguramente así fue. Nos divertimos como nunca. Tuve la oportunidad de disfrutar lindos momentos con Marce y con mis amigas. Pasar una noche al mejor estilo "campamento". Terminó a las siete de la mañana... mientras todos abrigados con una frazada admirábamos el amanecer a través de la ventana, cebando mate y escuchando una radio a pilas.
La diversión la ponemos nosotros, con poco pasamos genial.
Esperamos que se repita nuevamente.

Amor inesperado


Qué placentero, tranquilizador e inexplicable
saber que una caricia vuelve a sacudirme el alma,
que simplemente una mano sobre la mía me llena de paz,
que unos ojos me miran intentando descifrar mi corazón,
que mi mirada se refleja en otra que se vuelve celestial
y, sobre todo, saberte aquí.

Un abrazo inesperado adormece mis párpados,
deja caer mi cabeza sobre unos hombros extrañamente encontrados.
Un latir sorpresivamente acelerado
aparece cuando te aproximas a mi lado,
junto a constantes deseos de que tu presencia se instale aquí.

Suaves caricias han viajado por mi rostro,
dedos espléndidamente somnolientos han jugado con los míos
despertando a la ternura tiernamente escondida,
unos ojos cargados de dulzura se han posado sobre mí
y tú sentado a mi lado
me permites ser consciente de que estás aquí.

Quizás dudara de tanta locura disfrazada de suavidad,
sin embargo, el mundo ya no tiene vueltas para detenernos.
La confianza nos guiará hasta el destino siguiente
y las ansias de estar juntos nos brindarán el valor
para continuar en esta pequeña gran batalla del corazón.

Ana Stelmack

Fue un 21 de agosto


Una llovizna fría me hizo de compañía en el camino hasta llegar a vos. Mientras íbamos rumbo a algún lugar en compañía de amigos, el arco iris se clavó en el cielo, ante nuestros ansiosos ojos. Inquietos buscábamos observarlo durante el trayecto...
¡Cómo mi corazón puede acelerarse rápidamente tan sólo de sentir que tus pasos van a mi lado!
Una vez que cayó la noche y que nos encontrábamos sólo vos y yo, caminamos bajo la luna, en medio de nocturnos instantes fríos, brisas suaves de viento que helaban mis manos. Sonrisas, humor, recuerdos, anécdotas, actuaban como vínculo para conseguir unir nuestras miradas, sentir que nuestras almas ya estaban descubriéndose.
El día finalizaba. La noche ya nos había abrazado por un largo lapso. Un nuevo día estaba naciendo. Sorpresivamente tus palabras anudaron mágicamente mi garganta, sentenciaron mi corazón a que tu alma sea el motivo por el que latir. Pero ahora éramos nosotros quienes se unían en un abrazo.
Sentir tus brazos rodeando mi espalda, saber que tu alegría es sincera, que este es el comienzo del futuro venidero destinado a continuar unidos de la mano.
Saborear un beso de bienvenida, el anunciante del inicio de este amor que parecerá eterno mientras estés a mi lado.
Saber que te estoy queriendo, que estás aquí, que nuestras almas ya se encontraron, cambia mi vida, mi espacio. Transforma mi universo, porque ahora mi universo lleva tu nombre.

Esperaré ansiosa tantos otros 21 de agosto a tu lado y saber que estás y que nuestro amor perdura.

Esa extrañeza

A veces ocurre que se siente alegría sin tener necesariamente un motivo, o quizás sí se tiene una razón, y es una sensación gratificante (con una misma y con los demás). También suele suceder lo contrario. Se suele sentir tristeza sin tener necesariamente un motivo. Tristeza. Simplemente eso. No es que hoy me sienta triste, simplemente siento una sensación extraña. Siento los latidos de mi corazón, cada tanto se acrecientan. Cada tanto pasan desapercibidos. Pero vivo las emociones que hace tiempo no vivía. De todos modos, eso me agrada. Creo que estoy enfrentando a la vida y ya no es que la vida me enfrenta a mí. Y le doy pelea. Y busco las señales que el destino cruza en mi camino. Intento descubrirlas, no eludirlas. Las tengo ante mis ojos y las vislumbro, entrando a un nuevo mundo. Un mundo donde todo cambio es posible, y en el que se puede luchar en busca de un futuro que está esperando para darnos buenas nuevas.

Ana Stelmack

Esa calma envuelta en sonrisa

Cierro los ojos. Los minutos golpean contra la solapa de mi reloj. Escucho un suave tic-tac. Comienzo a dormirme… mi mente inicia un viaje al pasado acercándolo al presente. Una sonrisa es puesta ante mí, pero irónicamente la furia se desata en mi ser, bajo escaleras a un acelerado paso, corro, huyo, me desconcierto. Me detengo, intento suavizar mi respiración. Miro hacia atrás. No hay nada ni nadie. Miro hacia delante. Nuevamente una persona me mira, con una lágrima en su mejilla. Me tiende su mano, inconscientemente se la tomo y sonríe. Ambos sonreímos al unísono. Despierto. Con sensación de calma, me cuesta tanto abrir los ojos. Quizás pudiera sentir la calma que me brindaba esa sonrisa durante un tiempo más.

Ana Stelmack

La vida es otra y es la misma

Junto al sol que renace sobre el cielo de esta ciudad, la inquietud me envuelve nuevamente. La sensación de miedo a quedarme sin palabras circunda mi mente. Y la alegría de verte otra vez, luego de largo tiempo de inocentes ausencias de tu presencia, rodea mi corazón. ¿Qué palabras emitirán nuestras almas a través de nuestros labios al vernos? Quizás un “Hola, por fin... ¿cómo estás?” sea suficiente para comenzar a vivir esta vida, que es otra y a la vez es la misma. Simplemente te esperaba. Y el destino logró cruzarnos una vez más para darnos esta oportunidad que hace tanto esperábamos pero que las odiseas de la vida repentinamente impedían que sucediera. Quizás esté equivocada, pero ahora la ilusión es quien dirige mi corazón.

Ana Stelmack

El café de la esquina

Hace unos días comencé a participar en una lista de correo, muy buena onda. Tiene un nombre particular que me llamó mucho la atención y creo que eso fue lo que me llevó a inscribime en ella. "El café de la esquina". Así se llama. Me pareció que sería como ir realmente a un café, a estar entre amigos, entre personas que tienen mucho para compartir y por conocer. ¿Quién no ha escuchado alguna vez la frase "Nos vemos en el café de la esquina"? Personalmente nunca la mencioné. Pero suelen ser sitios que asocio bastante a lo literario. Me gusta el hecho de sentarme en un café, beber algo y, mientras, escribir. Inspirarme. Con el fuerte olor a café. Los transeúntes que se ven a través de la ventana. Gente que va, que viene. Gente que se sienta a leer el diario por la mañana, o por la tarde. Gente que se reúne a compartir risas con amigos. Gente con ganas de compartir su soledad. Gente en soledad, acrecentándola o disimulándola sentado en un café y mirando la interacción de los demás individuos. Gente con sueños. Reencuentros. Despedidas. Amores que comienzan. Amores que se terminan. Amores que ríen, que lloran, que disfrutan, que sufren, amores que se alejan, amores que se acercan, amores que se recuerdan. Muchos... "¿cómo estás? ¡tanto tiempo!", "yo te invito", "me gustaría compartir otro café... ¿te quedás?", "este café va por los viejos momentos", "te extraño", "te necesito", "te quiero", "te amo", "sos mi mejor amigo", "¡qué grande esta amistad!". Expresiones que se escuchan con mucha asiduidad en dichos lugares.
Y aquí estoy, dispuesta a instalarme en "el café de la esquina", compartir mi vida, mis recuerdos, mi presente y mi futuro con el fuerte aroma a café y la compañía de amigos que la distancia no puede alejar.

Ana Stelmack
(18 de julio, 2006)

¿Qué hacía Galeano acá?

El siguiente texto lo escribí el pasado 5 de julio...

¿Qué? Ya sé. Nadie me cree que me haya encontrado con Galeano... Les cuento cómo sucedió todo para evacuar dudas. Yo me encontraba en el hall de mi edificio, me parece. De repente veo que un hombre mayor, de ojos claros, pelo bastante canoso, se dirige a tocar timbre en el portero eléctrico. Cuando miro bien, era él: el mismísimo Eduardo Galeano. No lo podía ceer. Me invadieron los nervios, no me salían las palabras, pero alcancé a decirle:
- Emm... ¿me firmarías un papelito?
¡Ja! fue un intento de decir "¿me darías un autógrafo?". Pero la situación, los nervios, la emoción, en fin, todo se conjugaba para que mis palabras fuesen muy limitadas.
Subí a mi apartamento, bajé nuevamente... para mala fortuna (no sé cuál fue la razón) sólo había encontrado un diario para utilizar como soporte para que Galeano me pusiera su firma. A él no le pareció mal. Comenzó a leerlo en forma muy superficial.
- ¿Me firmás con una dedicatoria? (le dije)
- Sí... pero ¿qué querés que te escriba, Ana Karina?
- No sé... lo que te salga. Cualquier cosa. Inspirate.
Yo me pregunto, ¿quién soy yo para decirle a un escritor como Galeano "inspirate"? Por Dios, realmente estaba afectada. De todos modos, no pensé que fuera a escribirme lo que me escribió... dobló el diario en varias partes, dándole forma como de un águila, con sus alas extendidas. Le dibujó el pico, los ojos bien abiertos y en su cabeza puso su firma. Mi cara demostraba una alegría sumamente grande. No podía creerlo aún. Antes de que Galeano se fuera le hice un último pedido. Quería que me autografiara los libros que tengo suyos. Me preguntó si iba a demorar demasiado en ir a buscarlos, pero le dije que regresaría en un segundo. Y así fue. Pero a mi regreso, cometí un error no muy adecuado para el momento. Había traído un libro (creyendo que era "El libro de los abrazos") pero resultó ser que no era el que yo creía, sino que era de otro autor. Me habrán subido todos los colores en el rostro, ya puedo imaginarme. Pero, para la tranquilidad de ambos, también había bajado conmigo "Las venas abiertas de América Latina"...
Galeano lo hojeó. Miró algunas hojas... firmó en la parte superior al título que se encontraba en la primera. Hasta que repentinamente... escuché el sonido de un celular. Un telefonito de esos estaba sonando, con un timbre bastante simpático. ¡Ufff! era el despertador. La alarma ya estaba sonando y era hora de despertarme. Abrí mis ojos, me desperté. Reaccioné, cual ebrio tras resaca. Todo había sido un sueño. Me había encontrado con Galeano, pero no cara a cara. Quizás algún día me lo encuentre (no en mi casa, claro) y esa situación ya no sea solo parte de mi imaginación mientras duermo profundamente.

Ana Stelmack




Profesión de fe (Eduardo Galeano)
Sí, sí, por lastimado y jodido que uno esté, siempre puede uno encontrar contemporáneos en cualquier lugar del tiempo y compatriotas en cualquier lugar del mundo. Y cada vez que eso ocurre, y mientras eso dura, uno tiene la suerte de sentir que es algo en la infinita soledad del universo: algo más que una ridícula mota de polvo, algo más que un fugaz momentito.

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